Investigar en la historia de la ciencia está siendo toda una sorpresa. Cada día se suceden nombres de mujeres de las que apenas había oído hablar. Sin embargo, sus aportaciones han sido fundamentales para que hoy tengamos esta comunidad de Mamitechs. Féminas que partieron de un suelo de barro, un techo de cristal y aun así, pudieron caminar y conseguir lo que quisieron. Ahora nos toca a nosotras darles voz y que su nombre ocupe el espacio que se merecen. Hoy es el turno de Cecilia Payne.
Cecilia Payne descubrió la composición de las estrellas
A principios de siglo XX una niña pasea con su madre, tal vez de la mano. La pequeña, acostumbrada a mirar hacia arriba, se sorprende cuando se topa con la estela de un cometa, “¿qué pasa ahí arriba? ¿Cómo es posible que algo tan maravilloso pase inadvertido? ¿Por qué son solo unos pocos quienes se ocupan de investigar qué ocurre en el cielo?” La joven Cecilia no lo comprende y, por eso, a partir de ese momento, decide que algún día ella descubrirá los secretos que a casi nadie parecen interesar.
Y se esfuerza, tanto que a los 19 años consigue una beca para estudiar ciencias en Cambridge. En aquella época, las instituciones educativas británicas apenas permitían estudiar a las mujeres, pero ¿qué le importa eso a alguien que ambiciona saber de qué están hechas las estrellas? Así, pudo sortear los obstáculos y estudiar astronomía. Sin embargo, la prestigiosa, pero anquilosada, Cambridge se negó a a reconocer su licenciatura en Física y Química. Por tanto, se vio obligada a viajar a EEUU, donde aparentemente había más igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.
En 1925 consiguió leer su tesis en el Radcliff College. A pesar de que le aconsejaron que no lo hiciera, porque sus ideas eran demasiado originales, defendió las conclusiones de sus estudios, ¿cuáles eran? que las estrellas están compuestas de esencialmente de hidrógeno. Al principio, hubo reticencias, pero posteriores investigaciones demostraron que Payne tenía razón, aunque esta salía muy poco a relucir, cuando se hablaba de ello.
Cecilia Payne se convierte en la primera mujer en dirigir un departamento en Harvard
A pesar de las zancadillas, la validez de sus aportaciones y el rigor de su carácter provocó el reconocimiento de su trabajo. En EEUU publicó en revistas científicas y escribió varios libros de divulgación científica. Tenía claro que el conocimiento debía llegar a todo el mundo, no solo a la comunidad científica. Así, fruto de toda esa labor consiguió convertirse en la primera mujer que dirigía un departamento en Harvard.
En 1975 en la revista Scientific American se publicó la fotografía de la supernova Casiopea A, gracias al infraestructura alojada en el MIT de Massachussets.
En esta fecha, Payne estaba jubilada. Pero su amigo Jhon Whitman supo obtener los patrones, los hilos y los colores de la supernova, con el objetivo de que la propia Cecilia hiciera una reproducción de la misma en punto de cruz. Ella aceptó el reto y, por fin, pudo tejer los hilos del cielo, como soñó en aquel paseo infantil compartido con su madre.
Llama la atención cómo los bordados se convirtieron con posterioridad en un instrumento reivindicativo. Claros ejemplos de ello son los edredones que se dispusieron en la Casablanca para visibilizar la epidemia del SIDA o los bordados que las mujeres mexicanas utilizan para denunciar las consecuencias de vivir en un narco estado.
Cecilia hizo tangible con punto de cruz el resultado de toda una vida de lucha. Lamentablemente, hasta el año 2050 no tendremos acceso a todo el archivo depositado en la Universidad de Cambridge. No obstante, hoy podemos difundir su obra y su lucha, para honrar la excelencia de su trabajo.
