Gerda Taro y su Leica, precursoras del fotoperiodismo en tiempos difíciles

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Vivimos tiempos convulsos y de palabras gastadas. Incluso, de imágenes gastadas. Recibimos tanta información cada segundo, que estamos vacunadas. Hemos visto tantas imágenes que hemos desarrollado cierta resistencia a las mismas. Sin embargo, es imposible imaginarse unos medios de comunicación, sin esa prueba gráfica que corrobore, que confirme lo que está pasando. Gerda Taro, junto con esas primeras cámaras leica, fue pionera en el arte de narrar a través de una fotografía. Gracias a ella, tenemos documentos que nos permiten comprender al instante los sucesos más críticos del principios del siglo XX, ¿queréis conocerla Mamitechs?

Gerda Taro, la fotoperiodista de los 3 nombres

Quizá hayáis escuchado hablar de Gerda Taro, también de Robert Capa, pero ¿y de Gerta Pohorylle? Pues en este nombre empezó todo. Es el de la infancia en Polonia, el de la juventud, antes de la barbarie Nazi, antes de que el origen de tu apellido pudiera convertirte no solo en sospechosa, sino también en víctima de un asesinato atroz. Irracional. Por ello, una adolescente como Gerta Pohorylle decide huir a Francia y dejarlo todo atrás. Pero no solo eran tiempos de barbarie. También eran de esperanza y utopías. Ella tenía fe en su propia utopía y decidió implicarse en su construcción, primero en asociaciones obreras y después con su Leica.
Cuando llegó a París, era una chica inexperta, pero entusiasta, que tenía poca experiencia profesional. Hija de una familia burguesa, tenía muchas ideas, algunos días de prisión en el cuerpo, pero ni un medio de día. Hasta que se encontró con la cámara fotográfica de su amante, el húngaro André Hernö.
En una Europa en permanente alerta, los dos tenían la necesidad, la urgencia, de que el mundo supiera lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, sospechaban que sus apellidos iban en su contra. Por ello, Gerta tuvo una idea: crear una marca, un nombre ficticio bajo el que esconderse. Este nombre sería Robert Capa. Comenzaron a firmar sus trabajos bajo dicha máscara y, pronto, los encargos y las ventas de material se dispararon. Con la misma velocidad que la historia Europea y española se configuraba. La compenetración entre ambos era tal que hoy aún existen dudas de la autoría de ciertos trabajos.
Aunque nunca dejaron de ser buenos amigos y amantes, los deseos de matrimonio de André suposo un motivo de fricción. Gerda sabía que los derechos que el marido tenía sobre la esposa en aquella época podría constituir un freno en su vida. Así, su negativa supuso cierta distancia en su particular sociedad, por lo que empezó a firmar con su nombre algunas fotos. El tercero: Gerda Taro, justo cuando estalló la Guerra Civil española, donde murió.

Gerda Taro, la fotoperiodista de la Guerra Civil

Gerda Taro niñas

Se trasladó a España porque creía en la causa republicana, pero también movida por la pasión propia del fotoperiodismo ¿Qué sentimiento era más fuerte? No hay consenso sobre ello. En cualquier caso, su legado trasciende a ambas cuestiones. El suyo, y el de sus compañeros y compañeras, fue el de fundar una nueva disciplina informativa e incluso artística.
Aunque los dos llegaron a nuestro país, cada uno inició sus proyectos. A veces, cubrían las mismas batallas y otras no. Los dos compartían una misma máxima: el mejor lugar para colocarse es siempre el mismo: “más cerca”. Buscaban la esencia de la escena y no la escena misma. Por ello, muchas de las obras de Gerda Taro están tan cercanas al arte. La guerra es un hombre disparando a otro, pero también sus ojos, la tensión de los ligamentos apretando el gatillo. La búsqueda de ese momento era su particular batalla.
Hasta que “más cerca” resultó ser demasiado. En medio de una confusión producida por la cercanía de unos aviones del ejército azul, un tanque republicano retrocedió y la arroyó. Se la trasladó al hospital muy rápidamente, pero los médicos no pudieron hacer nada.
Así, Gerda Taro y su Leica hicieron posible que el mundo supiera lo que estaba ocurriendo en España. Ella y una de las generaciones más brillantes de la historia, incluidos Hemingway y Marta Gellhorn, hicieron del periodismo una forma de vida. Vivir para la verdad.

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