Nintendo Classic Mini, la consola de las vacaciones

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Una ventaja de ser de pueblo es que tienes un sitio donde volver en vacaciones. Te reúnes con los amigos de la infancia, con esos que están ahí siempre, aunque no los llames en meses. Vosotros no necesitáis el contacto continuo para saber que podéis contar los unos con los otros. Hay solo una cosa que nos emocione más que encontrarnos: ver cómo nuestros hijos se hacen amigos. Cuando los ves corretear, cuchichear, charlar entre ellos, una emoción muy cursi pero muy bonita se apodera de ti. Pero hay algo a lo que los niños no pueden renunciar, ni siquiera en vaciones. Algo que nosotros comenzábamos a tener entonces: la consola. Pero, Mamitech, en la versiones mini de la Súper Nintendo he encontrado una aliada genial.

Por qué la Nintendo Classic Mini es la aliada perfecta para las vacaciones

Lógicamente, su tamaño es una gran ventaja. Hacer las maletas es muy complicado, por lo que ahorrar espacio siempre viene bien. Además, la mini consola incluye 30 juegos memorables. Juegos con los que algunos comenzaron a obsesionarse en aquel entonces y que hoy son clásicos, a la altura de El cantor de Jazz en el mundo del cine o de Casablanca. Entre ellos, destacamos Super Mario 1, 2, y 3, Donkey Kong o Castlevania. Así, los básicos 8 bits pondrán a los niños en contacto con nuestra infancia y también con el origen de algo que hoy se considera un género artístico.

Pero lo que más me interesa de la Súper NES mini es el límite. Los adolescentes y los niños están acostumbrados a pensar que todo puede copiarse, comprimirse… con muy poco esfuerzo. A diferencia de muchas personas nacidas antes de los 80, ellos han crecido con los datos y no con los objetos. En nuestro caso, Mamitechs, el juego era el cartucho, así que lo cuidábamos como el objeto único que era. Porque, además de que no eran muy asequibles, no había tanta diversidad. El Super Mario era tu mayor tesoro y lo tratabas así.

La NES mini no nos permite instalar más y esto es  una gran novedad para ellos. Lo habitual es lo infinito, lo ilimitado y esta circunstancia les lleva a valorar poco lo que tienen. Por tanto, me parece una idea increíble volver a ese pueblo de la infancia, con la playa de toda la vida, la frutera de toda la vida y la consola de siempre. Así, logramos acercar a nuestros hijos a un tipo de vida que también tiene unas características muy válidas, como es la unicidad de los momentos y de los objetos.

Por otra parte, nosotras también estableceremos una relación muy particular con la Super Nintendo Mini. Ese ambiente nostálgico del que hablábamos entrará también en casa y, seguro, que nos animaremos a jugar con ellos. Asimismo, surgirá toda una serie de anécdotas alrededor de tal o cual videojuego y querremos contarlas y compartirlas con ellos. De este modo, reconocerán en nosotras a las niñas que un día fuimos, capaces de pasárselo bien con las mismas cosas con las que ellos se divierten y, por tanto, nos humanizarán. Por fin, conseguiremos que nuestros hijos nos vean como personas, y no como sus madres, al menos durante un ratito…

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